Editorial - El Nacional
Con pena ajena
Presidente vulgar
El presidente Chávez está empeñado en hundir al país en un pantano de insultos, descalificaciones y groserías, que contradicen la verdadera esencia de nuestro pueblo, que es sano, respetuoso y poco amigo de las malas palabras en público.
Pero el jefe del Estado se ha dedicado, en la fase maníaca más intensa de su locura, en lanzar insultos contra los estudiantes, la Iglesia y el resto del país que se le opone democráticamente.
No vale la pena contestarle y mucho menos descender a su nivel de alcantarilla que a nadie sorprende, pero que daña a sus propios seguidores chavistas, en su mayoría gente de buenas costumbres.
Ayer el Presidente volvió al lenguaje bajo y rastrero que nadie está dispuesto a escuchar de un mandatario. Este desfase entre lo que son los venezolanos y la forma chabacana en que el Presidente dice interpretarnos, ofrece muchos argumentos para explicar el por qué los votantes dijeron No, o se abstuvieron de pronunciarse por fidelidad a su jefe.
En su megalomanía, Chávez sólo acepta la derrota como una torpeza de sus colaboradores más cercanos. Pero eso no puede convertirse en una culpa del resto de los venezolanos, que estamos lúcidos y no somos fanáticos de un militar adoctrinado por los servicios secretos cubanos.
Nuestro pecado es exigir respeto a los resultados electorales, a la fuerza social que hoy surge decidida a no aceptar irrespeto de alguien tan vulgar. Queremos un país que no sea objeto de la burla en los medios internacionales, que no nos haga pasar pena ajena y que se ocupe de nuestros problemas inmediatos de seguridad y abastecimiento.
Los beneficios del petróleo deben dirigirse a la felicidad de la gente y no de una familia presidencial, que socarronamente se ha vuelto próspera y echona cosechando los petrodólares que son de todos y no de un grupito de Barinas.
Tales sinvergüencerías inhabilitan al Presidente en lo político y lo moral, incluso en lo revolucionario, que como modo de vida exige la austeridad y el sacrificio. De manera que le queda grande y le resulta vulgar, Presidente, calificar al triunfo de la oposición como una "victoria de mierda". Son venezolanos que, a sus ojos, cometen un delito: el de disentir democráticamente de sus propuestas.
Esos millones de votantes que acudieron pacíficamente a enfrentarlo a usted, jefe de todas las triquiñuelas y experto en la compra de votos con el dinero del tesoro público son, a su juicio, simples residuos de un pozo séptico, de una cloaca de las tantas que desembocan en el río Guaire.
No contento con estos insultos, el mandatario se refirió a un periodista de El Nacional, Hernán Lugo-Galicia, apreciado por todos en el gremio, incluso por el oficialismo. Se trata de un reportero de amplia experiencia y probada trayectoria profesional. Lo amenazó, cobardemente, como sólo puede hacerlo un Presidente que tiene todo el poder y las policías para hacer daño. Nosotros sólo tenemos la posibilidad de narrar los hechos y declararlos para la historia. En eso estamos, y aquí lo esperamos.
Caricatura - EDO
jueves, 6 de diciembre de 2007
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